Al pie de un colegio de las hermanas del Amor de Dios, en el Palmar de Herrera no solo se reúnen los niños, sino también los transeúntes que van a vienen.
¿Pero podrán hacerlo con la nariz cubierta mientras el Ayuntamiento se hace el de la vista gorda?
¿No son ellos también seres humanos que tienen derecho a vivir como todos nosotros en una ciudad limpia?
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