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54Grado.com : Hoy es Domingo 28 de abril del 2024. Faltan 247 días para el año 2025. Temperatura: la máxima estará entre 31 °C y 33 °C y la mínima entre 22 °C y 24 °C :.... Efemérides Nacionales: 1503 en la Batalla de Ceriñola, el Gran Capitán derrota al duque de Nemours. 1611 en Manila (Filipinas) se funda la Universidad de Santo Tomás. 1686 en Inglaterra, Isaac Newton publica el primer volumen de los "Principia". 1832 Se sustituye en España la horca por el garrote vil como instrumento de ejecuciones. 1862 Batalla de las Cumbres en México. 1873 en Perú se instaura el nuevo departamento de Apurimac que comprende las provincias de Abancay, Andahuaylas, Aymaraes, Chincheros, Antabamba, Cotabambas y Grau. 1877 en Londres, Inglaterra, se funda el Chelsea Football Club. 1877 en Londres, Inglaterra, se inaugura el estadio Stamford Bridge. 1887 en Francia se realiza la primera carrera de automóviles de la historia. 1893 en Nicaragua se produce un levantamiento militar. 1902 en Mánchester (Inglaterra) se funda el Manchester United FC. 1906 en Milán se inaugura la Exposición Internacional. 1912 Italia ocupa la isla de Rodas. 1921 en La Habana, el ajedrecista cubano José Raúl Capablanca se proclama campeón mundial de ajedrez al vencer al alemán Emanuel Lasker. 1929 en Ecuador se funda el Club Sport Emelec. 1934 en España, Ricardo Samper es elegido presidente de gobierno de la II República española. 1935 en Moscú se inaugura el metro, con un recorrido de 82 kilómetros. Acontecimiento 1945 en Berlín, Adolf Hitler se casa con Eva Braun. Adolf Hitler Dictador de la Alemania Nazi Adolf Hitler 1945 en Dongo (localidad del norte de Italia) son ejecutados Benito Mussolini y su amante, Clara Petacci. 1947 del puerto del Callao (Perú) parte una expedición de seis hombres en la balsa Kon Tiki con destino a la Polinesia. Recorrerán los casi 7000 kilómetros en 101 días de travesía. 1958 157 km al noreste del atolón Eniwetak (islas Marshall, en medio del océano Pacífico), en un globo aerostático a 26,2 km de altitud, Estados Unidos detona su bomba atómica Yucca, de 18 kt. Es la primera de las 35 bombas de la operación Hardtack I. Es la bomba n.º 122 de las 1127 que Estados Unidos detonó entre 1945 y 1992. 1959 en La Habana se funda la institución cultural Casa de las Américas. 1965 en la República Dominicana comienza la invasión estadounidense. 1967 en Estados Unidos Cassius Clay (convertido al islamismo) se niega a ser reclutado para la guerra del Vietnam. Por ello le retirarán su título mundial de boxeo. 1967 en Montreal se inaugura la Exposición universal. 1969 en Francia, Charles De Gaulle dimite como presidente. 1977 en España son legalizados los sindicatos de UGT, USO y CC.OO. 1981 en Galicia se aprueba y promulga el Estatuto de Autonomía. 1989 en la localidad peruana de Molinos (Junín), el ejército logra una decisiva victoria contra el movimiento terrorista MRTA. 1992 en Afganistán termina la guerra civil, con la entrega de poderes del Gobierno comunista a Sibgatulah Muyadedi. 1993 en Libreville el avión que transportaba a la selección zambiana de fútbol sufre un accidente después de despegar del aeropuerto y cae al mar frente a las costas de Gabón. No hay supervivientes. 1994 en España, el poeta Carlos Bousoño es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. 1996 el arquitecto español Rafael Moneo es galardonado con el Premio Pritzker de arquitectura. Es el primer español que recibe este galardón. 1999 la ONU declara el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo. 2003 en Estados Unidos, la empresa Apple abre la tienda de música iTunes Store. En su primera semana venderá 1 millón de canciones. 2003 Estados Unidos lanza el observatorio espacial Galaxy Evolution Explorer. 2004 en Bogotá (Colombia), una recicladora de asfalto cae sobre un bus escolar: mueren 21 niños y 2 adultos. 2004 se retira el futbolista italiano Roberto Baggio. 2006 Estados Unidos lanza el satélite de observación terrestre CloudSat. 2008 Madonna lanza su undécimo álbum de estudio Hard Candy 2011 la poetisa cubana Fina García Marruz es galardonada con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

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domingo, 5 de diciembre de 2021

¿Volverán las cartas al director?

JUAN CARLOS LAVIANA
MADRID, ESPAÑA

 John Oakes, responsable de las pá­ginas editoriales del New York Ti­mes entre 1961 y 1976, debería ser una referencia para los actuales jefes de opinión.

A él debemos la transformación de su sección en la «Da­ma gris», que serviría de modelo durante décadas para periódicos de todo el mun­do. Su intención era reducir las columnas del propio rotativo para ofrecer espacio a las voces ajenas, preferiblemente de no periodistas. Y, muy en especial, para dar entidad a las cartas al director, «con la in­tención de ofrecer la oportunidad de ex­presarse en el Times a pareceres ajenos a la cabecera».

Cuenta Ruth Adler, en el clásico Un día en la vida de The New York Times, que Oakes estaba abrumado por los muchos pareceres y protestas que le transmitían desde diferentes ámbitos. Solía zanjar los reproches de forma lacónica: «Escribe una carta al editor». Frase que, por cierto, se ha repetido una y otra vez en todas las redacciones para quitarse el problema de encima. Los lectores del Times atendían la sugerencia a razón de 30.000 epísto­las por año.

Oakes definía la sección de cartas co­mo «un intercambio de opiniones infor­madas, un vehículo para un debate serio sobre asuntos públicos». Las cartas selec­cionadas para su publicación obedecían, generalmente, a un criterio de propor­cionalidad entre los pros y los contras del asunto tratado. Eso sí, siempre se daba prioridad a aquellos debates controver­tidos en los que el periódico había adop­tado una postura contundente. Conside­raba importante dar voz a las opiniones que diferían de la línea editorial del Ti­mes, lo que, a su acertado parecer, enri­quecía el periódico. Su interés por la opi­nión de los lectores era tal que, según relata Adler, a la hora de distribuir el es­pacio de su sección, primero colocaba las cartas y, en torno a ellas, iba ubicando los diferentes artículos o columnas en el es­pacio que quedaba disponible.

Con la transformación de la prensa, de analógica a digital, ha surgido en la pro­fesión un irracional rechazo a las leccio­nes que la historia del periodismo ofrece. Da la impresión de que se hubiera traza­do una línea infranqueable entre el perio­dismo de antes y el periodismo de ahora. Hay auténtico terror ya no a ser ‘viejuno’, sino a parecerlo. Se ignora que el cambio de envoltorio no debe conllevar ni un de­terioro, ni un perjuicio, ni un desprecio por el contenido de ese paquete bien en­vuelto que seguimos llamando, a falta de un nombre más preciso, diario o periódi­co pese a que ya no tenga periodicidad.

Las cartas al director hoy son un ele­mento residual en la prensa. Tal vez, pa­ra actualizarnos, deberíamos cambiar el nombre por el de e-mails al director o mensajes a la redacción. En los periódi­cos de papel, se arrinconan, casi como un recurso para encajar las columnas o artí­culos. Cuando las tribunas son demasia­do largas, ni siquiera tienen cabida. «Da­me unas cartas para calzar el artículo» es una expresión que se repite con fre­cuencia. Es verdad que entre los mensa­jes que llegan es difícil encontrar mirlos blancos, pero no por eso hay que despre­ciarlos. No hace tanto, se encargaba al becario escarbar en una inmensa carpeta de misivas grapadas a sus sobres en bus­ca de cartas que no fueran repetitivas o insultantes y que aportaran algún punto de vista interesante a los debates abier­tos. Cuando no encontraba algo digno de ser publicado, el propio becario escri­bía las cartas.

En los digitales, se han sustituido las cartas por los comentarios, por lo gene­ral mucho menos interesantes y edifican­tes. La misma palabra lo dice. Una car­ta exige reposo a la hora de ser escrita. Un comentario, en cambio, se escribe en caliente, normalmente provocado por el fragor de la indignación. Se filtran para evitar exabruptos o infamias, pero no se editan: ni se seleccionan, ni se corrigen. Aportan tan poco que algunos medios las sustituyen por valoraciones en forma de estrellas o pulgares hacia arriba o ha­cia abajo. Otros, directamente, han opta­do por eliminarlos.

Hay una figura que vivió su esplen­dor hace décadas y que ahora resultaría de gran ayuda en los diarios digitales. Se trata del ombudsman o defensor del lector. Hoy son ya pocos los medios que disponen de esa figura. Y en los digitales, que se sepa, ni siquiera se han planteado incorporar tal función. Tiene problemas, es cierto. No está la economía de los me­dios para, además de ingenieros, seos, curators, community managers y tantos otros, sumar a sus equipos a alguien de esas características. Es difícil encontrar esa figura independiente que defienda al lector de la redacción y de la empresa. Por si estos fueran pocos motivos, resul­ta un incordio difícil de asumir en estos tiempos acelerados.

El resultado es que paradójicamen­te la relación del diario con el lector es hoy, cuando la interacción resulta más fácil que nunca, poco fluida. Ya no que­dan más procedimientos para recibir el feedback de los lectores –y no digamos para darles voz– que las estadísticas de clics que recibe cada noticia o artículo, o las que determinan el tiempo de lectura.

Bueno, sí, en puridad, queda otra vía de comunicación, que es igual para to­dos, pero ajena a los propios medios. Y, sobre todo, es tan poco fiable como dis­torsionadora: la repercusión en las redes sociales.

Haber dejado la interacción del lector con el medio en manos de las redes so­ciales acarrea no pocos problemas. Lle­vamos el debate sobre nuestras opinio­nes o informaciones fuera de nuestro territorio, y se lo ofrecemos gratis a los grandes monstruos de Internet. Además, el diálogo ya no se produce con la cabe­cera, sino directamente con el periodista. Y, en las redes, el periodista evita a me­nudo representar al medio para el que trabaja –«las opiniones son solo mías» o «no me represento más que a mí mismo» se suele leer en los perfiles-, arrebatando así el protagonismo a su mancheta.

La principal razón por las que los usuarios recurrimos cada vez más a las redes es muy simple: se nos hace más ca­so. Sólo hace falta ver la profusión de quejas y reclamaciones en las redes. Las empresas temen que airear sus errores en público dañe su imagen y responden de inmediato. El usuario sabe que su re­clamación sobre una línea telefónica, un billete de tren o un deficiente servicio en un restaurante se solucionará en el ins­tante si se denuncia en las redes, mien­tras que recurrir a la hoja de reclamacio­nes o al teléfono de atención al cliente caerá en vía muerta.

Lo mismo nos ocurre a los medios. Hemos regalado a las redes, además de muchos de nuestros contenidos, nuestra capacidad de relación con el lector, con lo que eso conlleva. Hemos canjeado el «intercambio de opiniones informadas», del que nos hablaba John Oakes, por la algarabía de Twitter. O por «la magnifi­cación del odio y la desinformación pa­ra generar más ingresos» que practica Facebook, según hemos sabido recien­temente.

No seré yo el que defienda una vuel­ta a las cartas al director en una época en la que la correspondencia –magnifi­ca palabra- ha caído en desuso. Pero tal vez debiéramos recuperar el espíritu de aquellas cartas, de aquel exponer opi­niones ajenas, de aquel abrir los perió­dicos al debate. Podríamos empezar por darle voz al lector en nuestra cabecera, más allá de los likes, los rankings de no­ticias más comentadas o las tan poco fia­bles encuestas de Internet. Y, sobre todo, lo más lejos posible del tótum revolútum de las redes sociales.

 

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