No creo que nadie pueda dudar del notable avance de la medicina en nuestro país. En los años 50 del pasado siglo comenzaron a regresar al país médicos especializados en el exterior.
La mayoría de ellos había realizado sus estudios en Francia, que era una potencia mundial en medicina.Recuerdo de esa época al Dr. Rafael Quirino Despradel, Dra. Olga Báez Berg y al Dr. Salomón Jorge, de Santiago, seguramente el primer cardiólogo dominicano con formación. Posteriormente llegaron Vinicio Calventi, Ramón Portes Carrasco y otros.
Como para entonces no había escuelas de especialidad médica en el país, era costumbre, al menos en el Hospital Juan Pablo Pina, de San Cristóbal, que cuando un estudiante de medicina aprobaba el primer año de la carrera se le nombraba “practicante”, como pupilo de un especialista y con un salario de RD$70.00, que en ese tiempo era un dineral. De ese modo se iban formando en el país los que luego se dedicaron a la especialidad en que fueron “practicantes”.
Esa costumbre del gobierno de Trujillo, a mi me parece que fue buena y mala a la vez. Era buena, porque daba apoyo económico a muchos estudiantes de medicina sin recursos familiares para adquirir libros y costear los gastos de transporte a la universidad. Y fue mala, porque muchos de ellos se despreocuparon de los estudios en la universidad y como tenían un nombramiento en un hospital con ingresos, se conformaron y no se ocuparon de concluir los estudios y obtener el título de médico.
Durante muchos años fungieron como médicos de hospital y hasta como especialistas sin poseer el título de médico. Algunos de ellos, incluso, llegaron a dirigir hospitales y a desempeñar otras labores administrativas dentro del área de salud. Cuando se descubrió la situación, la UASD tuvo que darles facilidades para que concluyeran sus estudios y aún así no todos lo hicieron.
Fue en los años 70 cuando se iniciaron residencias hospitalarias formales en nuestro país, que inicialmente no tenían más que el aval de la institución donde se desarrollaban, pero carecían de un programa de formación universitaria. Poco a poco se fueron celebrando convenios entre las instituciones de salud y la UASD y otras universidades del interior y se comenzó a otorgar el título universitario de especialista en diferentes ramas de la medicina.
Con el paso de los años, se han ido mejorando los hospitales del país, a la vez que se han creado otros de mucha importancia y eso ha permitido robustecer la calidad de los especialistas formados en nuestros hospitales. En esto han jugado un papel importante los hospitales de la Plaza de la Salud y Cedimat, así como la ciudad de la salud de la parte norte de la ciudad.
Es tal la calidad de la formación médica especializada en nuestro medio, que en muy pocas especialidades médicas se requiere aun recibir formación en el exterior. A mí me tocó formarme como gineco-obstetra en México, pero debo reconocer que ya esto es innecesario, porque la escuela de gineco-obstetricia dominicana es de muy buena calidad y poco tiene que enviar a las extranjeras.
Igualmente, debe reconocerse que la calidad de la atención médica en nuestros centros de salud es de óptima calidad. Aunque todavía algunas personas pudientes prefieren recibir atenciones médicas en el exterior, la verdad es que ya esto resulta innecesario. Y la prueba de ello es que son muchos los extranjeros que vienen al país en busca de atenciones médicas, tanto por la calidad de las mismas como por su bajo costo, en relación con países como Estados Unidos.
Un mérito importante es que esto se ha logrado, a pesar de que lo destinado a gastos de salud en nuestro país es inferior a la mitad de lo que se estima debe ser el presupuesto para este renglón. En la medida en que nuestros gobernantes se conciencien de esta realidad y actúen en consecuencia, nuestro país no solo será excelente en materia de atención, sino que también producirá investigaciones médicas de calidad que generarán aportes trascendentales. Ojalá podamos ver esto en poco tiempo.
jpm-am
No hay comentarios:
Publicar un comentario