Páginas

domingo, 7 de noviembre de 2021

Las madres de antes eran más guapas

Arturo Pérez Reverte
MADRID, ESPAÑA TOMADO DE XL SEMANAL

Me interesa Twit­ter porque es un territorio hostil transitado por numerosos hijos de puta. Pero como nada es ab­soluto, maticemos: es una red social útil y en ella hay gente es­tupenda; pero el frecuente ano­nimato y el mundo en que vivi­mos facilitan también su función de basurero.

Resulta fascinan­te el espectáculo de ignoran­cia, agresividad y vileza que, an­te tal o cual noticia, en torno a este o aquel tuiteo, suele orga­nizarse por parte de gente con pocos escrúpulos o ganas de bronca. Y si se trata de religión, política o nacionalismos, ni les cuento.

Es asombroso cómo ar­gumentos o asuntos serios que­dan reducidos a la simpleza de los 280 caracteres, que acaban sustituyendo a los verdaderos contenidos y alcanzan amplia difusión; de lo que resulta una cadena de comentarios de quie­nes no conocen el asunto origi­nal ni se preocupan por cono­cerlo, opinando sin cortarse un pelo de lo que unos dicen que otros han dicho o les dijeron. Y por supuesto, como estamos en España, abundan quienes saben más lengua que los lingüistas, más ciencia que los científicos y más historia que los historia­dores. No se trata ya de opinar, pues a fin de cuentas las opinio­nes son libres.

Se trata de insul­tar o silenciar cuanto no coinci­da con lo que uno cree saber o piensa, o no encaja en su –a ve­ces limitado– ámbito intelectual. Cualquier analfabeto se atreve a ello sin complejos. Y no les que­pa duda: si Ramón y Cajal o Cer­vantes anduvieran ahora por las redes, cada día habría gente en­mendándoles la plana. Ni puñe­tera idea tienes de ciencia, calvo de mierda. Y tú, Miguelito, cie­rra el pico, que mataste moros en Lepanto y nos conocemos, juntaletras fascista. Para Quijote bueno, el de Avellaneda.

En lo que al arriba firmante se refiere, Twitter tiene doble utili­dad. Por una parte, la del espectá­culo bronco y divertido de obser­var. Ayuda mucho a escudriñar la condición humana, y eso es útil para cuando llueva napalm –que tarde o temprano siempre llue­ve–, pues conocer lo despreciable del paisanaje atenúa un poquito la piedad y el remordimiento. La otra es lo útil de esa red social co­mo herramienta eficaz; pues, ya en lo personal, me permite enviar informaciones, responder a con­sultas, enlazar con artículos, li­bros y asuntos relacionados con mi trabajo, manteniendo con los lectores y amigos –cada lector es realmente un amigo– un contacto imposible de otro modo.

Es una forma de agradecer el interés y la lealtad; aunque no falte quien se enfada porque no respondo, o no lo hago en el acto, a su consul­ta, sin considerar la imposibilidad de que alguien con dos millones de seguidores tuiteros, que recibe cientos de mensajes diarios, pue­da responder a todos. Para eso tendría que vivir en las redes so­ciales, pero tengo otras cosas que hacer. Hago lo que puedo, cuan­do puedo. Y ojalá pudiera más.

Dicho lo anterior, Twitter tam­bién ofrece momentos maravillo­sos. Ayudar a que un perro perdi­do sea encontrado por sus amos, o que uno abandonado encuen­tre hogar, es una de mis satisfac­ciones. Y hace unas semanas, en especial, hizo posibles un par de días magníficos, que debía agra­decer de algún modo y por eso es­cribo este artículo. Había encon­trado entre viejos papeles una fotografía de una veinteañera be­llísima y elegante, la joven que en otro tiempo fue mi madre. Y aun­que nunca cuelgo fotos familiares ni apenas mías en las redes socia­les, creí que ésa sí valía la pena. Así que la tuiteé con la frase «las madres de antes eran más gua­pas».

Luego me dispuse a esperar, di­vertido, el aluvión de acusaciones de carca, retrógrado y machista que creí iba a suscitar aquello. Y sin embargo, para mi grata sor­presa, lo que siguió fueron dos días maravillosos en los que mi­llares de amigos tuiteros, anima­dos por aquello, colgaron fotos de las suyas. Y de ese modo, sin pre­tenderlo, entre todos reunimos un extraordinario álbum de ma­dres, un homenaje masivo y es­pontáneo a las felizmente vivas o ya desaparecidas, lleno de mensa­jes de ternura, de amor, de recuer­dos emocionados a todas ellas; que sin duda fueron diferentes a las de ahora porque su tiempo también lo era.

Mujeres hermo­sas por dentro y por fuera, madres que con su abnegación, con su sa­crificio, con su inteligencia, con su trabajo, con su valor y entere­za, sostuvieron a sus familias en tiempos difíciles, sacaron adelan­te a los suyos, pelearon como leo­nas por apoyar a sus hombres, por criar y defender a sus cachorros. Y es cierto, comprobamos todos. Sin demérito de las actuales, que ya tienen otro estilo, y como pudi­mos comprobar gracias a Twitter, las madres de antes eran mucho más guapas. Incluso las que nun­ca pretendieron serlo.

Twitter tiene doble utilidad. Por una parte, la del espectáculo bronco y divertido de observar. Ayuda mucho a escudriñar la condición humana, y eso es útil, pues conocer lo despreciable del paisanaje atenúa un poquito la piedad y el remordimiento.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario