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lunes, 18 de diciembre de 2017

Superan discapacidad para entrar al mercado laboral

Perder la visión en la adultez representa un gran desafío para una persona que ha realizado todas sus actividades de forma individual y que en cuestión de meses se ve en la necesidad de depender de los demás para ejecutar la más mínima acción.

Cuando un adulto pierde la visión, lo primero que llega es la depresión, además de las múltiples interrogantes que surgen y hacen que se ahoguen en un mar de dudas, siendo la principal: Y ahora, ¿qué voy a hacer? Para esas personas que perdieron la visión existe una luz entre tanta oscuridad: el Patronato Nacional de Ciegos, que se encarga de ayudarlos a salir de la depresión, a que recuperen sus habilidades para realizar sus actividades cotidianas y a enseñarles diferentes oficios para que se puedan insertar al mercado laboral.
El Patronato Nacional de Ciegos graduó el pasado jueves a 145 personas ciegas y de baja visión que completaron su proceso de rehabilitación en áreas como masaje corporal, informática y artesanía, entre otras, en el centro de Santo Domingo, y el Programa Comunitario en las provincias del Sureste del país.
Testimonios 
Héctor Julio Rodríguez, de 44 años, quien se graduó con honores el pasado jueves en el Patronato Nacional de Ciegos y ha creado su propia empresa de suapes, perdió la visión hace dos años en solo tres meses.
“Mi vida era normal, yo era un hombre de trabajo que llevaba todos los ingresos a mi casa con una fritura que tenía en San Pedro de Macorís”, contó.
Expresa que comenzó a tener problemas en la visión y fue al médico y le recomendaron medicamentos y gotas en un hospital de San Francisco de Macorís, pero los resultados no se veían.  Decidió trasladarse a Santo Domingo y fue operado en dos ocasiones.
Antes de practicarse las cirugías podía ver un poco, pero después la perdió de manera total.
El tiempo que duró para perder la visión completamente fue tres meses.
De acuerdo a los médicos, la ceguera de Rodríguez, quien tiene tres hijos, fue provocada por el desprendimiento de retina, por ser diabético.
“En ese momento yo sentía que mi vida se había destruido, que todo se había derrumbado. Yo estaba muy triste, golpeado, pero gracias a Dios que yo soy cristiano y Dios siempre estaba conmigo, porque de lo contrario creo que no estaría vivo”, dijo.

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