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domingo, 27 de agosto de 2017

Preparándose para el fin del mundo: ¿cuán preparado estás para un desastre?

Hace un año llegué a un mutuo acuerdo con mi esposo. Él podía comprar un solo paquete de pastillas de purificación de agua, pero eso iba a ser todo. No podía comenzar a ordenar en masa alimentos liofilizados o antibióticos de emergencia. No íbamos a sumirnos completamente en la preparación para un desastre.

Mi marido tiene unas ligeras tendencias ‘supervivencialistas’. Él pasó gran parte de su infancia viviendo en un barco en Florida, con una temporada anual de huracanes que llevó a su familia a literalmente cerrar las escotillas en numerosas ocasiones. A esto añadamos sus años de juegos de computadora apocalípticos y no es de extrañarse que él tenga una vívida imagen de cómo será el final del mundo.
Antes de conocerlo, yo nunca había oído hablar de la preparación para el fin del mundo (”prepping”). Actualmente parece que fuera parte de la cultura: desde el artículo viral de la revista New Yorker acerca de multimillonarios de la tecnología comprando remotos refugios subterráneos de lujo, hasta los consejos que un amigo estadounidense compartió en Facebook la semana pasada bajo el título “Dónde esconderse si una bomba nuclear estalla en tu área” (”Yo vivo en un objetivo primario así que no importa”, le respondió una persona).
Acostada despierta durante las madrugadas en nuestro apartamento en Hackney, de vez en cuando he experimentado un pequeño y estúpido sentimiento de consuelo pensando en las tabletas de purificación de agua. No es que vayan a durar mucho, me dice mi esposo, cuando rechazo su sugerencia de que almacenemos más. En ese momento él comienza a hablar del bate de béisbol que mantenemos junto a la cama en caso de que entren unos ladrones, y de si esto serviría de mucho cuando las itinerantes pandillas desesperadas por robar nuestra preciada agua limpia llegaran al apartamento.
Puede parecer completamente absurdo involucrarse en esta simulación ante un desastre cuando tantas personas en el mundo — en Irak o Siria, por ejemplo — se enfrentan a un peligro inminente. Sin embargo, debido a que Donald Trump y Kim Jong Un han intercambiado amenazas, ha sido difícil mantener una clara perspectiva de cuán cerca estamos del peligro en contra de nuestra civilización.
El pensamiento apocalíptico siempre ha estado con nosotros, pero su poder viene y va. “Vivimos en un momento extremadamente inestable e inseguro”, declaró Ash Amin, un profesor de geografía de la Universidad de Cambridge que estudia la cultura urbana. “Los riesgos son mucho más grandes y están integrados globalmente”, él agregó.
La psicología de la preparación para el fin del mundo se basa en este sentimiento de caos, en la necesidad de ejercer un cierto control — cualquier control — sobre una realidad impredecible. Existe cierto alivio en tomar pasos prácticos y ordenados que puedas eliminar de una lista. Comprar un suministro de tres días de alimentos no perecederos, unos cuantos litros de agua, una antorcha, una herramienta multiuso; identificar el lugar de reunión de tu familia, una ruta de evacuación, un refugio. Éstas son metas alcanzables.
Numerosas catástrofes cotidianas, por el contrario, son difíciles de manejar e irresolubles. En lugar de llegar con la repentina aparición de una nube en forma de hongo, se despliegan lentamente, de manera tranquila y discreta. Unas 52,000 personas murieron de sobredosis de drogas en EEUU en 2015, más que por armas de fuego o por automóviles, o por VIH/SIDA durante el año en que la epidemia alcanzó su apogeo. Madres, padres y adolescentes derrumbándose en los pasillos de supermercados y en los campos deportivos representan su propia clase de apocalipsis; la mayoría de nosotros se siente impotente ante esto.
Por supuesto, las calamidades ocurren. Una mañana en septiembre de 1859, el astrónomo británico Richard Carrington estaba en su observatorio cuando vio una erupción solar de luz blanca, una enorme explosión magnética en el sol. A ésta le siguió la tormenta geomagnética más grande jamás registrada en la Tierra. Los telégrafos se vieron afectados a través de Europa y de EEUU. El temor de mi marido es que se repita un evento Carrington: una severa tormenta geomagnética que esta vez paralice las redes de energía eléctrica, el sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés) y los satélites. En 2012, los científicos sugirieron que la probabilidad de que se diera tal tormenta dentro de una década era tan alta como un 12 por ciento. En el peor de los casos, habría millones de personas, hospitales y empresas sin electricidad durante meses.
Tal vez vale la pena prepararse para esta posibilidad — una en ocho — de caos. Entonces, ¿cuándo es que preparase no es paranoia sino planificación razonable? Tom Martin, el fundador de la American Preppers Network, la cual cuenta con 35,000 miembros del foro y 230,000 seguidores en Facebook, me dijo: “La definición de ‘prepper’ (preparador) es ‘alguien que se prepara’. Así es que si alguien almacena alimentos adicionales y suministros de emergencia en caso de un desastre, entonces es, por definición, un ‘prepper’...Es cuestión de variación de los grados”.
Con frecuencia me encuentro navegando ready.gov, un sitio web administrado por el gobierno estadounidense. La página de inicio muestra a una familia sentada en sofás, sonriendo. “Planea con anticipación para los desastres”, dice el texto. “Habla con tu familia”. Examinando la lista de artículos que el gobierno recomienda, estoy consternada al descubrir cuán pocos de ellos poseemos. ¿Debo comprar un radio de cuerda y un silbato?
El Sr. Amin señala que el énfasis en la preparación individual puede estar fuera de lugar. “Donde se encuentran poblaciones realmente resistentes, ellas a menudo comparten la responsabilidad con sus familias y sus comunidades. Y la historia de preparase para el apocalipsis es la historia de la preparación gubernamental y de la infraestructura”.
Considero que esto significa que, en vez de acumular suministros, debemos invitar a los vecinos a comer pastel y presionar al gobierno para que invierta en cosas como el transporte y las reservas de energía eléctrica. Ésa es la clase de preparación que yo puedo respaldar. Pero puede que también compre un radio de cuerda, por si acaso.

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