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miércoles, 30 de agosto de 2017

La herrería sacó a Ramón de la pobreza

Cuando el herrero Ramón Mosquea, de 59 años, recuerda los inicios de su negocio, lo primero que hace es mirar al cielo y agradecerle a Dios por todo lo que ha logrado. Su empresa de herrería ha crecido de tal manera, que en los últimos años ha realizado trabajos millonarios que le han dejado grandes beneficios económicos.

Por la mente de Mosquea nunca pasó la idea de ser herrero. Llegó a Santo Domingo en 1980 desde Nagua, provincia María Trinidad Sánchez, con la finalidad de hacer negocios, pues trabajaba como “paquetero” y se trasladaba de pueblo en pueblo.
En 1983, después de durar tres años viajando por todo el país, Ramón Mosquea sintió la necesidad de hacer un cambio en su vida, por lo que decidió dejar ese trabajo y buscar otro sustento de vida.
“Me paré en la Yolanda Guzmán, número 78, aquí en Santo Domingo. Conocí a una persona conocida como “Nino” que tenía una herrería. Él duró algunas semanas enseñándome ese oficio. Comencé a trabajar con él en su negocio que en ese momento era bien pequeño. El establecimiento estaba en una casa”, dice.
Tres meses después de haber iniciado a trabajar con Nino, quien se convirtió en su amigo, decidieron buscar un local más grande. Siguieron su trabajo y les estaba yendo bien, pero de manera sorpresiva Nino, quien era el dueño del negocio, se enfermó y fue internado en una clínica de Los Mina.
El estado de salud de Nino estaba complicado, por lo que Mosquea decidió preguntarle: “¿usted cree que si en caso de que usted falte yo pueda continuar con el trabajo?, la respuesta de su amigo fue que si sentía que podía continuar con el negocio, que lo hiciera.
Días después el propietario del negocio murió. Ramón pasó a estar al frente de la herrería “Los Amigos”. Comenzó pintando camas de hierro, y compraba 50 centavos por hacerlo, y por pintar las camas “sándwich” 25 centavos.

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