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martes, 31 de enero de 2017

La alcaldía busca actualizarse para apoyar el auge de los “food trucks”

ANTO DOMINGO. Hace 15 años que Felipe Vergara emigró a la República Dominicana. Buscando una forma secundaria de generar dinero, en marzo de 2015 comenzó a vender comida en la avenida 27 de Febrero desde una cocina móvil instalada en una vieja furgoneta. Tiempo después, a este venezolano le resultó más conveniente rentar un espacio en un parqueo privado en la misma vía.

Un jueves en la noche, Vergara tiene parqueada su Ford negra de 1984 con un letrero grande que dice Na´guará Food Truck. Sus empleados despachan las órdenes desde el vehículo. El olor de carne a la parrilla aviva las papilas gustativas, y se mezcla con más de una decena de vehículos que también se han instalado en el parqueo a vender sus menús, lo que afianza una especie de moda local que es vieja en otros países como los Estados Unidos: los food trucks (o camiones restaurantes).
“Se pensó en hacer el área de un food court de un centro comercial pero a nivel de food truck. Es una forma de emprender nuevos negocios cuando uno tiene pocos recursos económicos”, dice Vergara, que es jefe de cinco empleados.
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    Felipe Vergara en el interior de su “food truck”. 
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El lugar terminó organizándose, con reglas gastronómicas e identificándose como Food Truck Town. Cada noche, cuando el parqueo no es usado para las actividades cotidianas, se llena de comensales que tienen opciones alimenticias distintas e internacionales.
Está el caso del negocio de Gastón Descalzo, un argentino que abrió Gigi Delicias Argentinas en un pequeño tráiler, o de Juan Carlos Molina, un hondureño licenciado en Informática e instructor de buceo, que en vez de poner un negocio en el ramo turístico, decidió abrir Juancho´s en un Fiat Ducato de 1999. O el de la dominicana Milagros Alcántara, quien desde la clínica donde trabaja como médico internista, se va con su uniforme de doctora a atender Fusión y su menú de comida peruana.
La circunscripción uno del Distrito Nacional es la que más está concentrando este tipo de negocios, que empezó a tener un auge particular desde el 2015, y se apoya en las redes sociales para publicitarse. Operan en horarios que se extienden hasta la madrugada.
Como Food Truck Town, existen al menos dos lugares más en la demarcación, que comprenden un punto intermedio entre la comida callejera y la de un restaurante. Y se proyecta abrir otros, inclusive se habla de hacerlo también en Punta Cana.
Está Lincoln Food Truck Park, que opera en el parqueo de un supermercado con tres camiones que venden hamburguesas, comida tex-mex y pollo en distintas variantes, y cuenta con 16 empleados. Antes de adaptarse para un fin culinario, los vehículos eran usados para servicios de correo o transporte de mercancía. Tienen la particularidad de que son propiedad de una empresa -con más cocinas móviles de este tipo- que también ofrece el servicio de contratar las unidades para actividades particulares, como cumpleaños o eventos empresariales.
La noche de un martes, sentado en una de las mesas ubicadas frente a los vehículos y mientras suena una música de ambientación, Gabriel Pimentel, representante de Lincoln Food Truck Park, dice a Diario Libre lo que considera la clave del auge de estos negocios: “El toque de informalidad”.
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Una inversión considerable
Una modalidad usada en este tipo de negocios es que los dueños de los food trucks ubicados en estacionamientos privados pagan una renta por el uso de un espacio del tamaño de una unidad de parqueo. “En este de aquí (un espacio) puede estar costando un promedio de 35 a 40 mil pesos, más o menos”, dice Vergara al referirse a Food Truck Town.
“Hay parqueos que pagan 60 mil pesos”, también explica la doctora Alcántara. A esto se suma el gasto para adecuar el vehículo y la cocina. “Mi carrito, por ejemplo, salió en un poquito más de medio millón de pesos”, explica.
Los del negocio que representa Pimentel son más elaborados y adaptados a la medida. Él estima que preparar uno para convertirlo en un food truck costó entre RD$1.2 millones y RD$1.5 millones.

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