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domingo, 11 de septiembre de 2016

Rusia se entromete en las elecciones presidenciales estadounidenses

¿Es vulnerable a los hackers la elección estadounidense? El FBI, que está investigando un presunto hackeo por parte de Rusia de las bases de datos del Partido Demócrata, cree que sí.
Los analistas de seguridad informática han lanzado serias advertencias sobre la posibilidad de interferencia.
Se sospecha que los hackers rusos respaldados por su gobierno han descargado las bases de datos de votantes de Arizona e Illinois. Se cree que muchos otros registros electorales están seriamente expuestos. Los indicios son demasiado fuertes como para ignorarlos.
Rusia tiene historial de realizar operaciones encubiertas contra otras democracias occidentales. Donald Trump, el candidato republicano, ha advertido que las elecciones de noviembre podrían estar manipuladas. El presidente Vladimir Putin no podría pedir más. Si Rusia deseaba sembrar dudas sobre la integridad de las elecciones estadounidenses — y no hay dudas de que Moscú lo desea — ya tiene la oportunidad.
Tampoco es tan difícil como la mayoría de la gente piensa. Dada la baja confianza del público en las instituciones políticas estadounidenses, todo lo que los hackers del Sr. Putin tendrían que hacer es sembrar dudas sobre la imparcialidad del proceso. Sería difícil para los hackers manipular el resultado final, aunque el sistema del colegio electoral estadounidense de que el ganador se lo lleva todo en cada estado, lo hace más fácil que en otros lugares. El recuento en Florida en el año 2000 se redujo a unos pocos cientos de votos. Si hubiera sido al contrario, Al Gore habría ganado en lugar de George W Bush.
La mejor defensa contra el fraude informático es el papel. Los estados deben garantizar que todos los votos emitidos tengan un registro en papel. En el caso de que los hackers alteren el recuento de votos de un estado clave, o incluso un condado, esto permitiría hacer un recuento total a mano.
Desafortunadamente, muchos estados de EEUU, incluyendo varios posible estados clave, han migrado a sistemas de votación puramente electrónicos. Si incluso la transacción más básica en línea se puede respaldar con un comprobante físico, es esencial para la democracia que se haga. Además, las máquinas de votación de algunos estados carecen incluso de los cortafuegos más básicos. Las bases de datos de la Casa Blanca y el Pentágono, que están mucho mejor protegidas, han sido hackeadas a gran escala por presuntos grupos basados en China.
El objetivo más amplio debe ser crear conciencia sobre las vulnerabilidades de EEUU y justificar la acción federal. Es cierto, todos los servicios de inteligencia — sobre todo la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU — hackean cuentas en el extranjero, incluidas bases de datos de partidos. Eso es lo que hacen los espías. Pero la presunta divulgación por parte de Rusia de 20,000 mensajes de correo electrónico del Partido Demócrata en julio abre el camino para que grupos externos utilicen los datos hackeados como armas políticas.
El llamado hecho por el Sr. Trump a Rusia para que encuentre los mensajes de correo electrónico faltantes de Hillary Clinton y los divulgue es particularmente inquietante. Esta semana, Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, a través de quien presuntamente las agencias de inteligencia rusas divulgaron la información robada al Partido Demócrata, dijo que planea divulgar información en las próximas semanas que dañaría la candidatura de la Sra. Clinton.
El patrón es claro. Bajo los nombres de “Cozy Bear” y “Fancy Bear”, dos agencias de inteligencia rusas, el FSB y la GRU, han hackeado varias cuentas estadounidenses y entregado los datos a WikiLeaks a través de un grupo en línea llamada Guccifer 2.0. Las huellas de cada operación en Internet son casi idénticas. En una entrevista con Bloomberg esta semana, el Sr. Putin solamente hizo un débil intento de negar la responsabilidad de las operaciones. El Sr. Trump, por su parte, sigue atizando la desconfianza acerca de una elección robada.
Hay razones válidas por las que los votantes estadounidenses podrían preferir al Sr. Trump a la Sra. Clinton en noviembre. Sus méritos relativos para la presidencia no vienen al caso. Lo que no se puede tolerar es ningún intento de socavar el proceso democrático.

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