Páginas

martes, 16 de febrero de 2016

En Dajabón, la organización impulsa el desarrollo

Dajabón no está en el fin del mundo, aunque lo parezca. De historia relativamente reciente, rompe en el que la visita los prejuicios que el olvido y el abandono político han creado en el imaginario colectivo. Sorprenden su dinamismo, su aspecto físico, la vitalidad y los sueños de su gente.

Creada en 1938 con el nombre de Libertador con tierras desprendidas a Montecristi, la provincia fue considerada por la dictadura de Rafael Trujillo y sus intelectuales orgánicos como punto clave en la deshaitianización de la frontera dominicana. Un año antes, había sido testigo de la matanza de haitianos ordenada por el tirano. Un baldón histórico que el país todavía no subsana.
El proyecto político-ideológico trujillista sembró a Dajabón de escuelas e instituciones públicas. En las calles del municipio cabecera, homónimo de la provincia, resaltan edificios cuya arquitectura devela el autoritarismo del régimen: monumentales, imponentes. Y llevó a la Iglesia católica, representada por los sacerdotes jesuitas, como valladar a las creencias mágico religiosas, y estos fundaron un politécnico cuya sede mataría de envidia a la generalidad de las universidades del país. En su empeño por “mejorar” la “raza”, hijo de sus propios traumas de mulato despreciado, Trujillo trasplantó también a españoles y japoneses que formaron colonias agrícolas y terminaron por dejar sus genes en la población.
Hay que inquietarse por conocer la historia dajabonera para entender otro hecho que atrapa: su altísimo grado de organización. Desde poderosísimas cooperativas hasta asociaciones de vendedores de sacos de polietileno, no parece haber en Dajabón un solo sector que no esté agrupado para defender solidariamente sus particulares intereses. En septiembre de 2012, representantes de todos los sectores organizados, encabezados por las autoridades municipales, elaboraron un Plan de Municipal de Desarrollo no solo enfocado en los principales problemas de la ciudad y sus soluciones, sino en la apertura a la participación comunitaria activa, que podría servir de pista donde aterricen las promesas de los presidenciables.
Quizá ahí reside la clave de un dinamismo que ha permitido maximizar el aprovechamiento del multimillonario comercio que nace del mercado binacional. Una construcción colectiva, que ha hecho de Dajabón lo que hoy es.
Si pides a cualquiera que señale la razón fundamental por la que Dajabón no es esa aldea polvorienta cruzada de un trecho a otro por miserables cargando mercancías inservibles que imaginan los privilegiados urbanitas, la respuesta remitirá siempre al mercado binacional, un concepto sociopolítico, pero también un espacio donde la humanidad alcanza cotas ejemplares. La convivencia es el sello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario